martes, 13 de septiembre de 2011

El Palacio real del Inka

El Palacio Real del Inca, llamado Cuusmanco, tiene dos soberbias puertas, una de entrada y otra de más adentro, y su obra es de cantería bien labrada.
En la primera puerta hay 2.000 soldados de guardia.

A esta puerta primera, se sigue una plaza, hasta la cual entran los que con el Inca vienen acompañándole de fuera y allí paran, cuando él entra dentro con los cuatro orejones de su consejo, pasando a la segunda puerta, en la cual hay también otra guarda, y ésta es sólo de personas naturales de la ciudad del Cuzco. Más adelante de esta puerta esta otro gran patio para los oficiales del Palacio.

Junto a esta segunda puerta, donde está la armería con todo género y diferencias
de armas, estan cien capitanes de los mejores ejercitados en la guerra, los cuales estan listos para la ocasión que se ofrezca.

Después, las salas, recámaras y aposentos, donde el Inca vive, lleno de deleite y contento, porque hay allí arboledas, jardines con todo género de pájaros y aves cantando; pumas, onzas y otros gatos salvajes y todos los géneros de fieras y animales que se hallan en el Tahuantinsuyo.

Los aposentos, grandes y espaciosos, labrados con maravilloso artificio, porque como no se usa colgaduras, ni tapicerías, las paredes estan adornadas de mucho oro y estamperías de las figuras y hazañas de los antepasados. Claraboyas y ventanas guarnecidas con oro y plata y piedras preciosas...

Hay en el palacio una cámara de tesoro, el Capac Marca Huasi, donde se guarda las joyas y piedras preciosas del Señor.

Allí estan todos los ricos vestidos del Inca, de cumbi finísimo, y todas las cosas que pertenecen al ornato de su persona, sus joyas y piezas de la la vajilla.
Con cincuenta camareros a su cargo, y su mayordomo, tucuiricuc o cuipucamayoc.

El Inka atravesó los umbrales del aposento con un aire señorial y orgulloso. No tiene barba, es grave, severo, pero también apacible y discreto. Como en general todos los Incas, habla bien.

Está vestido como ordinariamente lo hace, con una camiseta azul de cumbi labrada, maravillosamente esculpida con un labor de tocapo, con sutiles matices de verde y morado. La manta, la yacolla, del mismo cumbi reposa en los brazos de un guarda-ropa, que esta listo para vestirla, si así lo desea el señor.
En la cabeza él trae el llaitu, con los colores del arco-íris, las mismas del Tahuantinsuyo, incrustado de piedras preciosas y, pendiendo del llaitu, el carmesi de cumbi finísimo de la borla imperial, la mascapaicha, la insignia real y corona, con sus hilos de oro y las plumas sagradas del qoriqenqe.
Esta calzado con unas ojotas que cubren las plantas de los pies, y se enlazan en medio del pie con sus asideros por el calcañar y adonde se traban las lazadas, se puso unas cabezas de puma, hechos de oro y piedras de esmeraldas, ricamente trabajadas.
En este momento, el copero, el ancosanaymaci, uno de los más principales orejones, entra trayendo un vaso hecho de madera preciosa, tal vez lleno de chicha, para servir al Inka supremo del Tahuantinsuyo.

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