viernes, 25 de febrero de 2011

En tiempos muy remotos, sobre la tierra sólo existían Dioses Inmortales.

En sumeria se los denominaba Nefilins.

Zeus, Dios supremo del Olimpo griego, que fue hijo y sucesor de Cronos -a quien le usurpó el liderazgo después de sucesivas victorias- representaba al poder y el orden cósmico, aunque sin embargo estaba sujeto al Hado, su propio hijo, que fue salvado por su madre Rea de ser devorado por su padre.

Véase el tamaño de Zeus, quién efectivamente vivía en el monte Olimpo, sin alegorías.

Hado constituye el símbolo del destino y la fatalidad, y para los filósofos antiguos representa la serie y orden de causas encadenadas unas con otras que necesariamente producen un efecto.

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